A quién le puede importar?
Enrique Cadícamo
Gime, bandoneón,
grave y rezongón
en la nocturna verbena.
En mi corazón
tu gangoso son
hace más honda mi pena.
Con tu viruta sentimental
vas enredando mi viejo mal,
un viejo mal que me ha dejado
enamorado,
arrinconado,
y olvidado para siempre.
Sin una sola caricia
que mi tristeza mitigue
su risa mala me persigue
y me persigue,
mientras sigue
tu responso, ¡bandoneón!
A quién le puede importar
¡che bandoneón! que he sido bueno.
A quién le puede importar
el novelón del mal ajeno.
Si a ella que fue mi querer
no le importó mi abatimiento.
A quién le puede importar
¡che bandoneón! mi sufrimiento.
Suena menos gris
tango, para mí.
Sé que jamás la encontraré.
Te saldré a bailar
para disfrazar
el drama que llevo adentro.
En otros brazos me engañaré,
en otras bocas me aturdiré
aunque sus ojos y su risa
me persigan
y me sigan
y me digan que la quiero.
Iré a borrar el fantasma
de aquel amor siempre atento,
así termina este lamento
y el tormento de este cruento
sufrimiento...
¡Bandoneón !