El Cromosoma
Javier Krahe
Hace tiempo que me importa un comino
que el último jalón de mi camino
caiga lejos de Roma.
Hace tiempo que no juego al acertijo
tan esdrújulo de un padre y un hijo
y una blanca paloma.
Y lo cierto es que no me desespero
desde el día en que al célebre madero
lo comió la carcoma.
Pero si me preguntan y lo digo,
a parte de algún que otro íntimo amigo,
todos creen que es broma.
Y como con eso no se bromea
esperan que Dios me de con la tea
que churruscó a Sodoma,
o que al menos diga yo reconfortante
que me he hecho mahometano o protestante,
hablamos otro idioma.
Pues nada más que eso me faltaba
que tuviera que asirme a la chilaba
del profeta Mahoma,
ni a tripa de Lutero, ni aún de Buda
prefiero caminar con una duda
que con un mal axioma.
Porque dudo que al final de este asunto
la cosa no se acabe con un punto
sino con un punto y coma,
y no espero un cielo o un infierno
lo más confío en que seré algo eterno
gracias al cromosoma.
Tranquilo puedo vivirme mi historia
sabiendo que a las puertas de la gloria
mi nariz no se asoma
la muerte no me llena de tristeza
las flores que saldrán por mi cabeza
algo daran(?) de aroma.