La Celestina
Lhasa de Sela
Mi hija, quédate conmigo un rato
¿Por qué andas arrastrando esa desdicha?
Espérame un momento y te desato
Pero, ¡qué enredo te has puesto, muchachita!
¡Qué amargos son los hechos que adivinas!
¡Qué oscura es la ronda de tu recuerdo!
Y en cuanto a tu corona de espinas...
Te queda bien, pero la pagarás muy caro...
Con tu mirada de fiera ofendida,
Con tu vendaja donde herida no hay,
Con tus gemidos de madre sufrida,
Espantarás a tu última esperanza.
Haz de tu puño algo cariñoso
Y haz de tu adios un ¡Ay mi amor!
Y de tu ceño una sonrisita
Y de tu fuga un ¡Ya voy! ¡Ya voy llegando!
Mi hija, ¡qué pena me da de verte!
Dejando olvidado a tu cuerpo
Muy lista, pobre boba, a dedicarte
A la eterna disección de un pecadillo.
Mujer desnúdate y estate quieta
A ti te busca la saeta
Y es el hombre, al fin, como sangría
Que a veces da salud y a veces mata...
Y es el hombre, al fin, como sangría
Que a veces da salud y a veces mata
Con tu mirada de fiera ofendida,
Con tu vendaja donde herida no hay,
Con tus gemidos de madre sufrida,
Espantarás a tu última esperanza.
Haz de tu puño algo cariñoso
Y haz de tu adios un ¡Ay mi amor!
Y de tu ceño una sonrisita
Y de tu fuga un ¡Ya voy! ¡Ya voy llegando!
Mi hija, ¡qué pena me da de verte!
Dejando olvidado a tu cuerpo
Muy lista, pobre boba, a dedicarte
A la eterna disección de un pecadillo.
Mujer desnúdate y estate quieta
A ti te busca la saeta
Y es el hombre, al fin, como sangria
Que a veces da salud y a veces mata...
Y es el hombre, al fin, como sangria
Que a veces da salud y a veces