Todo el mundo tiene
Tabaré Cardozo
Todo el mundo tiene, tuvo, tiene o pudo tener.
Todo el mundo tiene, casi todo el mundo suele tener.
Un abuelo inmigrante y un amigo que se fue,
una tía peluquera, una cuenta a fin de mes,
un paraguas que no es suyo, una hermana que cuidar,
una historia de marcianos y una caña de pescar.
Y ese tío gordo y viejo que no para que no para roncar.
Un consuegro que se adoba y se pone a recitar,
un pariente sedicioso y un pariente militar,
una prima que se parte, una riña familiar,
un padrino mentiroso, que te lleva a debutar.
Y una tía religiosa que no para que no para de rezar.
Todo el mundo tiene...
Un vecino boxindanga que en la llaga se murió,
una historia de algún primo que no pudo ser campeón,
un amigo que hizo guita y dejó de saludar,
y un borracho, vieja y pichi que está loco de estudiar.
Y una cábala infalible que no para que no para de fallar.
La vecina que organiza la reunión de tupperweare,
un cuñado que se empeda y se viste de mujer,
un sobrino karateka, un amor de carnaval,
varias noches de fracaso y una noche de galán.
Y un patrón hijo de puta que no para que no para de robar.
Todo el mundo tiene...
Medio trébol en un libro, un trofeo en un rincón,
varios ídolos caídos, una carta en un cajón,
un abrazo que no llega para aquél que ya no está,
una herida en el costado y una flor en el ojal.
Y esa lágrima porfiada que no para que no para de sangrar.